
Los antiinflamatorios son aquellas pastillas que nos manda el médico para el dolor cuando hay un proceso inflamatorio de por medio. Un ejemplo son los dolores de espalda. Nos referimos a estos medicamentos en el mundo médico como AINEs (antiinflamatorios no esteroideos) para diferenciarlos de los esteroides que son potentes antiinflamatorios pero de naturaleza bien distinta. Aquí vamos a hablar de los antiinflamatorios clásicos, los AINEs.
Dentro de esta categoría están medicamentos que todos conocemos como el ibuprofeno, naproxeno, diclofenaco, indometacina, meloxicam, celecoxib, etc. Como todo tratamiento con pastillas es muy importante que no sea peor el remedio que la enfermedad. En este sentido hay que preguntarse primero ¿para qué sirven? Los antiinflamatorios pueden ayudarnos a sobrellevar mejor dolencias como la artritis o aliviar los primeros momentos tras un traumatismo. En ocasiones pueden ayudarnos a recuperarnos antes de una lesión. Hay que tener en cuenta que no son igual de eficaces para todo el mundo y que unos antiinflamatorios nos pueden hacer más efecto que otros. Cada persona es diferente.
La siguiente pregunta por tanto sería: ¿Me pueden hacer daño? Aquí es donde está la polémica de estos medicamentos. En general son seguros tomados por personas sanas durante periodos cortos (una o dos semanas), pero hay que tener en cuenta algunas cuestiones:
– Pueden dañar el estómago y el intestino provocando úlceras cuando se toman durante largos periodos o cuando lo toman personas mayores. Hoy día es muy habitual que nos acompañen este medicamento de otra pastilla para proteger el estómago (el famoso omeprazol o similares).
– Utilizados durante largos periodos pueden dañar el hígado.
– Los antiinflamatorios pueden dañar el riñón. Deben tener especial cuidado las personas que tienen problemas de riñón o toman medicación para la tensión.
– Pueden subir la tensión arterial y aumentan el riego cardiovascular. Cuidado los hipertensos y los que estéis delicados del corazón.
Si analizamos lo comentado, es un medicamento que nos va a ayudar con el dolor pero no nos va a salvar la vida ni nada muy espectacular en la mayoría de los casos. Puede ser justo lo que necesita un paciente o quizás no servirle para nada. Hay que utilizarlo si es útil y, para prevenir problemas, tomar estrictamente lo necesario durante el menor tiempo posible.
Lo analizo así porque hoy día son medicamentos que se banalizan y todo el mundo los tiene en el cajón de casa. Esto puede ser peligroso porque echamos mano de ellos muchas veces sin ser conscientes de que nos pueden hacer daño en algunas circunstancias. Hay que tener en cuenta las enfermedades que tenemos y la interacción con otros medicamentos. Muchas veces también ocurre que nos lo manda el médico y lo seguimos tomando largos periodos porque no hemos vuelto a verle y nadie nos ha dicho que paremos. No es raro encontrarse con pacientes que llevan un mes tomándolo sin ni siquiera preguntar a su médico.
En el caso de la lumbalgia, los antiinflamatorios nos puede ayudar en las primeras fases. Es importante utilizarlos lo menos posible y la dosis justa que necesitemos. No debemos prolongar el tratamiento más de 1 o 2 semanas si no nos lo indica específicamente nuestro médico. No hay que olvidar que existen otros fármacos que pueden aliviarnos siendo mucho menos dañinos. Si nos sentimos igual tomándolos que no tomándolos, lógicamente debemos consultar con nuestro médico para ver alternativas.
En conclusión, los antiinflamatorios son medicamentos que pueden ser una gran ayuda bien utilizados pero no hay que menospreciar nunca el daño que pueden producir. Por esto hay que usarlos cuando hay que usarlos y preferiblemente bien asesorados por un médico.