
Todos en algún momento hemos sufrido estrés. Es una de las “enfermedades” endémicas de las sociedades modernas. Pero, ¿sabemos qué es esto del estrés?
No todo el estrés es malo. Si nos encontramos con un león enorme en medio de la calle sentimos estrés. Este estrés lo sentimos por un sistema que se pone en marcha en nuestro cuerpo para solucionar la amenaza. Toda la energía, sangre y nutrición se va a los músculos y nuestro sistema nervioso está en máxima alerta. La digestión y otras funciones secundarias para este momento quedan relegadas. Nuestro organismo se prepara para salir corriendo o enfrentarnos al león. Esta reacción es un estrés puntual proporcional a la amenaza y no se considera un problema, es un proceso normal.
Entonces, ¿Cuándo es malo el estrés? Esta capacidad de reacción del cuerpo no está diseñada para mantenerse en el tiempo. Lo que es una ventaja en un momento puntual se convierte en perjudicial si mantenemos este nivel de activación del cuerpo. Vamos a ver qué es lo que ocurre y por qué es perjudicial.
La explicación de los efectos perjudiciales del estrés mantenido la encontramos en los mecanismos y sustancias que participan en esta respuesta. Vamos a contarlo de forma entendible mencionando estas sustancias que participan aunque nos centraremos sobre todo en dos que están aumentadas en el estrés continuado: la adrenalina y el cortisol.
– La activación del cuerpo en forma de estrés para enfrentarse a una amenaza relega la digestión a un segundo plano. Disminuye la sangre que va a estos órganos y paraliza su función. De forma mantenida vendrán los problemas en forma de úlceras, diarreas y otros trastornos digestivos.
– Actividad sexual. La función reproductora es otra función que se ve relegada y perjudicada en el estrés crónico. Va a disminuir la testosterona. Esto no hace más que agravar los efectos negativos sobre el cerebro que tiene el cortisol, como ahora veremos.
– El cortisol es una sustancia que secreta nuestro cuerpo en situaciones de alerta. Sube el azúcar en la sangre, elimina la inflamación y el dolor, preparándonos para responder a la amenaza. Mantenido en el tiempo tiene acciones que van a desgastar y perjudicar a nuestro cuerpo:
– El cerebro se ve perjudicado con el exceso de cortisol mantenido. Nos va a provocar síntomas de ansiedad y depresión, cambios en el comportamiento y alteraciones en el sueño. La tristeza y la disminución de nuestra autoestima y la capacidad de disfrutar van a deteriorar nuestra vida. En estas alteraciones el cortisol es protagonista aunque es mucho más complejo y participan muchas otras sustancias como la serotonina y la dopamina.
– Se fomenta la osteoporosis. Absorbemos menos calcio de la dieta y expulsamos más calcio en el riñón. En definitiva, perdemos calcio, que añadido a otros efectos negativos del cortisol sobre el metabolismo del hueso hace que nuestros huesos se resientan.
– Disminuyen las defensas. El cortisol va a bajar nuestra inmunidad frente a las bacterias, virus y demás bichos que conviven con nosotros. Vamos a tener más posibilidades de sufrir enfermedades.
– Aumenta la glucosa en sangre y contribuye a la diabetes.
– Altera la capacidad de regeneración de los tejidos del cuerpo.
– La adrenalina es la encargada, entre otras cosas, de asegurarse de que la sangre llega bien a los músculos que tienen que reaccionar a la amenaza del león. Para ello, aumenta el ritmo del corazón y contrae las arterias para aumentar la presión sanguínea y asegurarse la distribución de la sangre a los sitios donde se necesita. Niveles inadecuados de adrenalina en el cuerpo mantenidos en el tiempo nos llevarán a enfermedades como la hipertensión y los infartos cardiacos.
En resumen, el estrés continuado va a disminuir nuestra capacidad de concentración, dormiremos peor y tenderemos a la ansiedad y la depresión. Nos provocará tristeza, una peor autoestima, problemas en la esfera emocional, el deseo y la sexualidad. Por otro lado, nos predispone a enfermedades por alteración de nuestras defensas, problemas cardiacos y digestivos e hipertensión. En cuanto a las lesiones de espalda, los tejidos se van a reparan peor, tenemos peor calidad de hueso, en ocasiones se facilitan procesos autoinmunes que pueden destruir las articulaciones y disminuye nuestra capacidad emocional de superar las lesiones. Además, el deterioro físico y psicológico que produce el estrés crónico, deja desprotegida a nuestra espalda: tenemos grasa que va sustituyendo al músculo, obesidad, más facilidad para tener lesiones y menos capacidad para recuperarnos de ellas.
Hoy solo quería contar lo perjudicial que es un estrés mantenido. En futuros posts hablaremos de cómo afrontarlo pero doy algunas pinceladas. Mantener nuestro cuerpo sano es lo primero para poder triunfar en la vida en todos los sentidos. Esto pasa por dormir y comer bien, realizar ejercicio moderado y regular y otras obviedades que nos saltamos a diario. Y una advertencia, sea cual sea el origen de tu estrés, tu cuerpo te está avisando de que hay algo que no te conviene. Escucha a tu cuerpo, reflexiona y cambia aquello que te impide ser feliz por dificil que parezca.