
Al hacernos mayores nos damos cuenta de las consecuencias de muchas cosas que hemos hecho en la vida. ¿Qué haríamos si supiéramos lo que va a pasar? Si pudiéramos viajar al futuro y ver las consecuencias de nuestros actos, ¿cambiaríamos? La mayoría de nosotros somos el resultado de la educación que hemos recibido y las personas con las que convivimos a diario. Nos creemos que nuestra visión de la realidad es la correcta, pero ignoramos un infinito de diferentes posibilidades. La ignorancia y la falta de acción nos pasará factura.
Hay muchos caminos en los que sabemos el destino final y aún así no dejamos de recorrerlos. He tenido que vivir de cerca la enfermedad y el fallecimiento prematuro de personas debido al tabaco. Sin embargo, no dejamos de fumar. La mente humana tiene dos conciencias, una que hace lo que quiere y otra que lo justifica. Hay estudios muy interesantes que lo demuestran y de los que hablaré próximamente.
Nuestra espalda y cuello sufre un deterioro progresivo debido a muchas circunstancias prevenibles. Se puede evitar que nos pase factura. Vamos a poner algunos ejemplos:
– Un administrativo que pasa muchas horas diariamente al ordenador y que tiene que coger el teléfono con cierta frecuencia: Lo óptimo en esta situación sería disponer de unos cascos para hablar por teléfono y una silla adecuada con reposabrazos regulable para posicionarse correctamente al ordenador. Esto lo entendemos todos. Sin embargo, lo más común es ver a un administrativo sujetando el teléfono con el hombro, utilizando una silla sin reposabrazos, el ordenador colocado en un lado y demás equivocaciones. ¿Cuál es la consecuencia de todo esto? Con 20 años casi ninguna, a lo máximo algunas molestias pasajeras en el cuello. Si mantenemos estos hábitos inadecuados varias horas todos los días, con seguridad sufriremos un desgaste prematuro de las articulaciones cervicales. Esto se traducirá en dolores crónicos, mareos, dolores de cabeza periódicos y limitación de movilidad en el cuello. En resumen, si tu yo del futuro pudiera hablar contigo te diría “haz el favor de ponerte los cascos y pedir una silla adecuada para el ordenador que me has destrozado el cuello”.
En los cambios lentos y progresivos nos cuesta ver la causalidad y por lo tanto somos más reacios a esforzarnos en cambiar. Lo mismo pasa con el tabaco. Sabemos que podemos acabar mal pero como será dentro de mucho y no lo notas en el día a día tu cerebro prefiere ignorarlo.
– Un trabajador que tiene que levantar mucho peso a diario: En este aspecto podemos estar hablando desde un albañil, pasando por un mozo de almacén o hasta un transportista. Sí tu rutina de trabajo incluye trabajos pesados sufrirás un desgaste en la espalda. Volvemos a lo mismo, con 20-30 años soportaremos la carga a base de fortaleza física y no sufriremos necesariamente lesiones significativas pero nos estamos desgastando. Como hablaba en el post sobre la palabra “degenerativa”, muchas veces hablamos del desgaste de la edad pero obviamos que depende de lo que hacemos. Pocas empresas asumen que un trabajador con 50 años debería pasar a tareas más livianas. La mayoría se desharán de ti si ya no eres capaz de cargar el peso que se requiera. Te puedes encontrar sin trabajo y con una espalda llena de artrosis y con dolores crónicos. ¿Cuál es la solución? Hay que saber que esto es así y actuar en consecuencia. Cuando empezamos a trabajar con 20 años, tenemos que ir desarrollando un plan alternativo para poder cambiar de profesión a una edad mediana antes de que no tenga solución. Excusas hay para todos los gustos, pero no solucionan la situación. Podemos fiarnos de que el problema nos lo solucione el estado o nuestro jefe pero yo no lo recomiendo. Aunque tengas toda la razón, nadie va a mirar por ti más que tú mismo.
– Obesidad. Igual que tenemos capacidad de decisión acerca de cómo desarrollamos nuestra vida laboral también podemos actuar sobre nuestro cuerpo. Si tenemos un sobrepeso u obesidad mantenida en el tiempo estamos desgastando nuestra espalda además de otras consecuencias. Hay otros factores como el tabaco que también influyen en el envejecimiento y deterioro de la espalda. Son factores sobre los que podemos actuar aunque algunos lo tengan más difícil que otros. Igual que en los casos anteriores veremos los efectos perjudiciales tras muchos años y no habrá vuelta atrás, solo nos quedará pagar la factura.
Como dijo alguien alguna vez, “una persona inteligente aprende de sus errores, un sabio aprende de los errores de los demás”. En este sentido debemos educar a quien viene detrás e intentar que seamos sabios y no cometamos los errores que sabemos a donde nos llevan. Es importante que tengamos la mayor información posible de calidad para poder decidir nuestra vida con criterio.