
Imagínate por un momento que asumieras la responsabilidad de las cosas que ocurren en tu vida y también aceptaras que hay cosas que no puedes controlar. Este es el primer paso para tener la vida que queremos. Tenemos que dejar de engañarnos a nosotros mismos y culpar a otros de nuestros problemas. Cuando somos honestos con nosotros mismos, aceptamos nuestra realidad y nos hacemos responsables, pasan dos cosas mágicas:
Por un lado, somos más felices, porque no tenemos que esforzarnos en buscar culpables y escupir nuestro odio y basura interior al mundo. Si no me invento una historia para mi cerebro, no tendré que condicionar mi comportamiento. Pongo un ejemplo: Tengo un accidente de coche debido a un conductor que se ha despistado porque iba con el móvil y como resultado me hago daño en el cuello. A continuación puedo escribir un guión en mi cabeza que diga “por culpa de este señor tengo una lesión y voy a tener que recibir tratamiento”, “ha sido un irresponsable y ahora yo pago todas las consecuencias”, “el seguro me va a pagar hasta el último euro”, “voy a recibir todos los tratamientos que necesite y me los van a pagar”. Un típico guión mental que se escenifica una vez que sale esta persona del coche y comienza a insultar y mostrar su furia contra el otro conductor. ¿Esta persona es feliz reaccionando así a lo que le rodea? Desgraciadamente cada vez que nos pasa algo buscamos un culpable. La sociedad occidental fomenta estas actitudes. Esta persona está llenando su cerebro de elementos negativos que le acortan la vida y se la hacen más miserable. En la consulta he visto cientos de ejemplos de esto, he visto personas que han interrumpido su vida por completo hasta que sale el juicio o reciben la indemnización, haciendo de su vida un infierno emocional hasta el punto de creerse que están más enfermos de lo que en realidad están. Sin embargo, hay personas que según reciben el golpe con el coche asumen que esto puede pasar, se hacen responsables de su vida. Entienden que todo el mundo se puede despistar al volante, es un simple accidente al que estamos expuestos por el hecho de conducir. Ellos eligieron coger el coche y asumen su responsabilidad. Estas personas hacen los papeles del seguro, vuelcan todo su esfuerzo en recuperarse y continúan con sus vidas sin una pizca de amargura ni infelicidad, sólo una experiencia más que enriquece su vida.
Por otro lado, empezamos a ser libres para elegir nuestra historia. Si por un momento vemos nuestra vida como un cuento donde podemos escribir lo que va a ocurrir a continuación, el futuro será lo que nosotros queramos. Si dejamos de excusarnos, esto es posible. Ejemplo de personas sin esta actitud tenemos a diario todas las del mundo. Hay personas que no son felices en su trabajo y sufren cada mañana cuando tienen que enfrentarse a su realidad. Cuando digo sufrir, digo depresión, ansiedad, insomnio, infelicidad, etc. Si preguntamos a esta persona que si le gusta su trabajo y que si es feliz, nos responderá que “¿a quién le gusta trabajar?” “tengo una hipoteca”, “yo no sé hacer otra cosa”, “no es tan fácil”, y un largo etc de mensajes destructivos que su cerebro escucha desconsolado. Las excusas nos impiden cambiar a mejor. A esta persona solo le queda tener suerte y que un jefe bondadoso lo eche de patitas en la calle; el mejor regalo para que tenga la oportunidad de una vida mejor.
Todo comienza cuando somos niños, imitamos lo que vemos. Hay una cosa que siempre me ha producido rechazo. Es muy típico ver a un niño pequeño caerse y golpearse con una mesa. En cuanto el niño rompe a llorar, llega el adulto a consolarle y le dice “vamos a regañar a la mesa, mesa mala, mesa mala”. Flaco favor le hacemos a este niño. La mesa no tiene la culpa, debemos enseñar a nuestros hijos a asumir la realidad y hacerlos responsables.
Conseguir desarrollar una vida donde aceptamos que nuestras actitudes son las que fabrican el mundo que nos rodea nos vuelve poderosos. Cuando somos conscientes de que todo lo que nos rodea son consecuencias de nuestras decisiones empezamos a sentir la magia en nuestras elecciones. Hay cosas en la vida que no podemos controlar pero son muchas menos de las que la gente se cree. Lógicamente no podemos evitar que un día llueva pero en nuestro radio de acción nos ponemos límites todos los días. Un ejemplo de esto lo vivo con cierta frecuencia en la consulta. Le comento en ocasiones a los pacientes que no deben dormir en determinada postura debido a su dolencia y recibo la respuesta: “por la noche estoy dormido y no puedo controlar lo que hago”. Es esta clase de límites de las que hablo, la que nosotros mismos nos ponemos. Claro que se puede evitar dormir en una postura! Sólo hay que querer, decirlo y nuestro cerebro escuchará. A tu cerebro le puedes decir que eres capaz o que no lo eres, en los dos casos tendrás razón.