
Hubo una época tiempo atrás donde el médico era una autoridad que tomaba las decisiones acerca de la salud y el paciente simplemente obedecía. Como la relación de un padre con un hijo, donde el padre sabe qué es lo mejor para su hijo y tiene la autoridad para imponer su criterio. Esto es lo que se llama modelo paternalista. Esto ya no ocurre así. En el modelo actual de relación entre el médico y el paciente, la responsabilidad sobre las decisiones médicas ha cambiado. Ahora se le reconoce al paciente la libertad para decidir y es responsable de sus actuaciones. Al médico le toca la obligación de buscar la mejoría y el bien al paciente. En definitiva, en la medicina actual el paciente tiene la última palabra salvo en situaciones de urgencias médicas donde no hay tiempo ni oportunidad para ello. La decisión está en la persona que no posee los conocimientos, a priori y debe obtener la mejor información para saber qué es lo que le conviene. ¿Dónde está esa información?
La medicina se practica en las consultas donde un médico o cirujano nos hace una valoración y nos ofrece un tratamiento o una serie de recomendaciones. Antes contrastábamos nuestros problemas con los vecinos y amigos. Hoy seguimos haciendo lo mismo pero tenemos internet que amplía mucho nuestro alcance. Una persona que acude al médico no tiene el suficiente conocimiento para tomar una decisión de si debe someterse a un determinado tratamiento. El médico o cirujano nos da la explicación en la consulta para ayudarnos en esta tarea pero está demostrado que se asimila poco en una consulta. La información es nueva y demasiada en ocasiones para asimilar en una consulta de 10 minutos.
Hoy día tenemos internet pero es difícil saber qué información es buena. La mayoría de las páginas son copias unas de otras. Google tiene programas de inteligencia artificial que ayudan a separar lo bueno de lo malo en sus respuestas (y cada vez lo hace mejor) pero seguimos teniendo que decidir con qué información nos quedamos. Desde luego a nivel médico yo no recomendaría dar veracidad a nada que no vaya firmado por un profesional. Las páginas web están inundadas de información que no va firmada por nadie. Las páginas web son un negocio basado en contenidos y en muchas ocasiones la información médica la escriben personas que no son médicos. Hay que ser críticos y mirar quién está escribiendo.
Por otro lado, tenemos la información de la consulta. En el mundo de la espalda hay dos tipos de especialistas; los médicos (lo que no operan, como son el médico rehabilitador, el reumatólogo o el neurólogo) y los cirujanos (los que operan, como son los traumatólogos y neurocirujanos). La formación de cada uno de estos especialistas es diferente. Una persona que acude al traumatólogo y recibe una noticia difícil de asimilar, en ocasiones busca una segunda opinión. Lo más habitual es que vaya a un segundo traumatólogo o a un neurocirujano. El mejor contraste a la opinión de un cirujano probablemente sea la opinión de un no cirujano.
La decisión final es nuestra y las consecuencias las sufriremos nosotros. Hay que aprender a manejarse en el mundo que vivimos, en la era de la información.