
La medicina moderna tiene muchas virtudes pero ni mucho menos es perfecta. Hay muchos aspectos de ella que realmente impresionan. Algo tan sencillo aparentemente como una cirugía de miopía realizada con láser hace recuperar la vista a una persona que sin gafas no te reconocía a 3 metros. Una persona que tiene un accidente grave con fracturas en los miembros y roturas en órganos internos puede llegar a salir adelante gracias a los avances en cirugía. Los propios antibióticos han hecho que cada vez vivamos más tiempo.
Siempre me ha llamado la atención algunas afecciones como puede ser la apendicitis. De vez en cuando se oye alguna historia de un montañero o un aventurero que se muere de apendicitis por no llegar a tiempo a un hospital. Algo que en la sociedad moderna se tiene por una lesión habitual que opera casi cualquier cirujano, en la historia de la humanidad suponía muertes prematuras. Hoy día la cultura popular ni siquiera lo asocia a algo mortal, cuando te puedes morir de ello. Recuerdo cómo hace un año aproximadamente, el gran tenista Rafa Nadal se ponía antibióticos para seguir jugando a pesar de tener una apendicitis. Hasta nos permitimos el lujo de “jugar” con la enfermedad debido a los medios de los que disponemos.
La gran cantidad de millones que se invierten en el desarrollo de la medicina moderna sin duda nos hacen vivir más. El hipotiroidismo, por ejemplo, es una enfermedad que padecen millones de personas y que salen adelante porque hemos conseguido fabricar en un laboratorio la hormona que nos falta. Esto hace que estas personas puedan vivir una vida normal. Podría seguir hablando de las virtudes de la medicina moderna pero este es un blog de espalda y quiero que entendamos lo que no nos puede dar. Sabiendo las deficiencias, podemos aprovechar sus virtudes sin caer en espirales negativas.
En esta introducción que he hecho podemos comprobar que las lesiones graves o potencialmente mortales encuentran muchas de las soluciones en la medicina moderna. El problema es que todas estas soluciones realmente están basadas en un problema que ya ha aparecido. La medicina moderna ataca sobre todo a los síntomas haciendo poco énfasis en las causas del problema. Si tenemos un cáncer nos lo quita un cirujano o nos dan quimioterapia. Si tenemos una faringitis nos darán un antibiótico. La enfermedad se curará pero volverá en alguna forma porque nada se ha hecho para cambiar los factores que produjeron el problema en un primer momento.
Este tratamiento sintomático en ocasiones crea enfermos. Hay medicamentos para casi todos los síntomas que podemos tener. La cultura popular adopta estos medicamentos como hábitos. Te duele la cabeza, tómate esto. Estás mareado, tómate aquello. En ocasiones casi nos lo exige nuestro familiar o nuestro vecino. Pocas veces distinguimos si estamos enmascarando un síntoma o si estamos curando algo. Esto puede llevar a una medicalización de personas sanas pudiendo convertirlas en enfermas. Aquí es donde falla la medicina moderna. No tiene un buen plan para las personas sanas con problemas hasta que están enfermas de verdad.
Vamos a ver qué ocurre en el mundo de las lesiones de espalda. Imaginemos que sufres de repente una ciática debido a una hernia lumbar. Acudes al cirujano especialista y te pone sobre la mesa las alternativas que millones de dólares han desarrollado. Estas soluciones son la cirugía. Cuando la situación lo requiere serán una gran solución pero no atacan el fondo del problema. Si no hay que operarte, te mandarán hacer rehabilitación. Durante estos tratamientos nos guiará nuestro terapeuta, pero ¿qué pasa el resto del día? Lo normal, nos operemos o no, es que sigamos con los hábitos que nos han llevado a tener la hernia.
No existe una pastilla ni una cirugía que corrija el daño que nos hacemos a nosotros mismos con nuestros hábitos. La sociedad moderna se ha acostumbrado a que los problemas de salud los solucione otro. Parece que no tenemos nada que ver en lo que nos pasa. En esta debilidad es donde triunfan otras culturas que promueven mejorar tu vida, tu bienestar y tu felicidad, sin esperar a que estés enfermo. Un dolor de espalda puede tener su origen en la infelicidad de trabajar en algo que no nos gusta o en un ataque de tos por un catarro. Está bien tratar los síntomas pero debemos entender nuestro cuerpo mejor y cuidar mejor el chasis que debemos llevar toda nuestra vida.