
El dolor lumbar no siempre tiene una causa clara y muchos factores influyen en su evolución. Un pequeño porcentaje de personas que sufren dolor en la espalda baja desarrollan un dolor crónico que se prolonga en el tiempo. El miedo y los pensamientos negativos tienen su papel en este proceso.
Hay un modelo teórico que explica cómo algunas personas reaccionan de forma inadecuada al dolor lumbar. Tienen creencias catastróficas sobre el dolor imaginándose consecuencias fatales a sus sensaciones. Esto lleva a actitudes de miedo y a evitar movimientos y actividad en general. Esto lleva a problemas añadidos que causan dolor y refuerzan el miedo de la persona, que se vuelve más inmóvil todavía. Este círculo vicioso nos puede empujar a dolencias crónicas.
Este modelo explica algunas situaciones pero la mente de los humanos es más complicada. Está demostrado cómo el estrés, la depresión o la insatisfacción en el trabajo pueden causar o perpetuar un dolor de espalda. En el dolor crónico influyen muchos factores como son los culturales, biológicos, sociales, ambientales y psicológicos. Esto significa que el dolor tiene muchos frentes y es complejo. Algo como una mala dieta, fumar o no ver a las personas que queremos pueden hacernos sufrir más dolor.
Parece claro que las creencias que tenemos sobre lo que nos pasa influyen en el grado de dolor y discapacidad que tenemos. La mente es muy poderosa y convierte en realidad nuestras ideas. Cada persona vivimos el dolor de forma diferente. El dolor está en el cerebro. Ahí llegan las sensaciones dolorosas del cuerpo y las interpretamos. Imaginemos que nos agachamos a coger una caja del suelo y nos hacemos una lesión en la parte baja de la espalda. Esto genera dolor lógicamente por el daño que se ha provocado. Con el paso de las semanas esta herida cicatrizará y lo normal es que el dolor vaya cediendo. Mientras tenemos dolor interpretamos que hay un daño y tenemos cuidado con los gestos que nos lo provocan. Esta es la función sana que tiene el dolor. Nos previene de hacernos más daño y deja que la herida cicatrice. El problema viene cuando la lesión ha cicatrizado y está curada pero el dolor continúa.
Al sentir dolor, aunque la lesión esté “curada”, entendemos que algo no va bien y continuamos con actitudes de evitación y limitando nuestras actividades. Esto puede favorecer en ocasiones la perpetuación del dolor y que se convierta en un problema crónico.
Dicho todo esto, la solución no es fácil porque no somos conscientes de muchas de estas actitudes que tomamos y no podemos controlar mucho de lo que nos pasa. Son actitudes inconscientes reflejo de la suma de muchas cosas, como experiencias previas, miedo a una mala evolución, creencias sobre lo que nos pasa o situación personal y anímica en ese momento. Desde una web como esta podemos dar información sobre lo que significa el dolor que estamos sintiendo y se puede intentar eliminar el componente de ansiedad y de visión negativa de la situación. Por otro lado, pasar estas actitudes que tenemos al yo consciente y saber que existen nos dan la oportunidad de actuar sobre ellas.
En cuanto al primer punto vamos a poner de ejemplo lo que pasa en una cirugía. Las explicaciones que nos dan antes y después de una cirugía de espalda suelen basarse en aspectos mecánicos. Se habla de cómo ha sido la cirugía y qué movimientos o gestos pueden ser perjudiciales. Esto se ha visto en estudios que no es suficiente. Es necesario que el paciente entienda los dolores que va a sentir y por qué se producen. Los periodos de recuperación tras una cirugía son largos y si no entendemos lo que sentimos tendremos incertidumbre y miedo. Es como adentrarse en la selva sin un mapa con el camino a seguir, nos sentiremos perdidos y con la sensación de que no saldremos nunca de ahí.