
El modo de vida actual para muchos es sedentario realizando una actividad física muy limitada con muchas horas sentado en una silla y con trayectos no pequeños en coche. Nos levantamos por la mañana y tras arreglarnos salimos de casa con el coche para meternos en un atasco hasta llegar al trabajo. Seguramente no hayamos dormido lo suficiente y estemos con prisas para no llegar tarde, pero no es el tema de hoy. Después llegamos a nuestro trabajo y pasamos horas sentados en una silla frente a la mesa. Al terminar la jornada laboral llegamos a casa a ocuparnos de los niños, si tenemos, o tareas del hogar como el lavaplatos o la lavadora. Por fin toca descansar y nos sentamos en el sofá frente al televisor. Así transcurre un día normal para millones de personas.
Permanecer sentados mucho tiempo durante el día y la escasa actividad muscular va a perjudicar la salud de nuestra espalda. Ya solo el hecho de estar sentados un buen rato al día en el coche es un factor perjudicial por sí mismo. La postura que mantenemos dentro del coche unido a las vibraciones y lo baches hacen que desgastemos la espalda.
Este año he pasado la Semana Santa en un casa que tienen familiares míos en un pueblo del norte de España rodeado de montañas. En este pueblo todo está en cuesta y rodeado de naturaleza. Hay muchas cosas que te llaman la atención cuando vienes de una ciudad y de un hábito sedentario.
Lo más llamativo era el silencio. Es increíble la cantidad de ruido que soportamos los que vivimos en ciudades. Pero para no salirme del tema, el siguiente cambio llamativo era la actividad que se hacía fuera de las casas. Íbamos caminando de un lado a otro para cada cosa que teníamos que hacer, nadie cogía el coche ni dejaba de hacer lo que tuviera que hacer.
Después de dar algunos paseos por el pueblo llegabas a casa con las piernas cargadas y doloridas de las cuestas. Sin embargo durante el paseo podías ver a una señora de más de 90 años llevando bolsas cuesta arriba sin ningún problema. No nos damos cuenta hasta qué punto nuestra actividad física diaria puede ser irrisoria. Esto va a afectar a la mineralización de nuestros huesos, al desarrollo y mantenimiento de nuestra musculatura y a la salud de nuestro corazón, arterias y pulmones.
Todo lo que hacíamos requería salir de casa y caminar. Esto me recordaba a cuando de más joven hice el Camino de Santiago (para los que no sepan lo que es, es una peregrinación a pie que se realiza recorriendo el norte de España y que termina en Santiago de Compostela). Al volver de este viaje donde día tras día caminaba 40 kilómetros, la visión que tenía del mundo había cambiado. Nada estaba lejos. Si quería ir a un sitio tenía el cálculo aproximado del tiempo que tardaría y solo era cuestión de tiempo. La pereza y las prisas habían desaparecido. No sé cuánto tiempo tardó en desaparecer. Con el paso de las semanas todo volvió a la normalidad y andar un kilómetro a realizar un recado era un problema y cogía el coche porque no había tiempo o porque estaba muy lejos.
Nos vemos atrapados en una rutina perjudicial para nuestro organismo. Si no cambiamos nuestros hábitos nada cambiará en el destino de nuestra salud. Te propongo que tardes más en llegar porque hayas aparcado lejos y que disfrutes del camino, que no utilices el ascensor, que vayas en bicicleta al trabajo, que salgas de excursión el fin de semana, qué sé yo… El modo de vida sedentario te absorbe y te quita las energías, detrás se esconde la depresión. Hay que estar más al aire libre, caminar y activar nuestros sentidos.