
En anteriores posts relacionados con el estilo de vida hemos podido ver los efectos que tiene el estrés sobre nuestro cuerpo. La falta de descanso y el estrés continuado nos provocan alteraciones como son el deterioro de nuestra inmunidad, problemas digestivos, depresión, insomnio y nos predisponen a enfermedades como la hipertensión y la diabetes. Mejorar nuestra vida sacando el estrés y los malos hábitos de nuestra rutina parece claro que nos van a mejorar la salud. ¿Y qué pasa con nuestros genes? ¿Son siempre los mismos? ¿Pueden cambiar?
La teoría de la evolución más conocida y aceptada por todos es la de Charles Darwin. Según sus teorías la selección natural sería la base de los cambios evolutivos. Un ser vivo cuya genética le da características favorables que le permiten competir en el mundo con ventaja, sobrevivirá y perpetuará sus genes. Por el contrario, aquellas características que suponen una desventaja acabarán por desaparecer al no sobrevivir estos seres para dejar descendencia. Lo que no nos dejó Darwin fue una explicación de cómo aparecían estas ventajas. Trabajos posteriores en el mundo de la genética nos han demostrado cómo va variando nuestra genética con cada nacimiento de un nuevo ser humano. Los genes del padre y de la madre se mezclan para dar un nuevo ser vivo. En este proceso de mezcla de genes es donde se entiende que pueden producirse nuevas ventajas o desventajas.
Cuando observamos la complejidad de la expresión genética y todo el metabolismo que lo regula, se puede ver que hay una gran inteligencia detrás. En este momento las teorías de Darwin se me tornan muy simplistas. Si bien el mérito de Darwin es enorme, hoy día se puede ver que sus teorías son solo una parte pequeña de la foto completa. Los humanos estamos alterando esta selección “natural”. Hoy sobreviven personas que hace un siglo hubieran muerto. También hay características físicas que no están relacionadas con la supervivencia. Hay una cuestión que no se había valorado hasta ahora. Hemos hablado de cómo los genes cambian con la reproducción pero, ¿pueden nuestros genes cambiar durante el transcurso de nuestra vida?
Barbara McClintock y Elisabeth Blackburn son dos mujeres que obtuvieron un premio Nobel en 1983 y 2009 respectivamente por descubrimientos en el terreno de lo que voy a contar a continuación. Los cromosomas son las estructuras que podemos ver en la foto inicial del post, y donde está alojado todo nuestro material genético. En los extremos de estos cromosomas hay unos genes que se comportan de forma diferente y que forman lo que se llaman los telómeros. Estos genes tienen un papel protector sobre los genes, serían como las fundas de plástico que hay en el extremo de los cordones de los zapatos. Evitan que el cordón se deshilache. La función de los telómeros es proteger los extremos de los cromosomas de la degradación y permitir la supervivencia de las células.
Los telómeros tienen varias peculiaridades de las que voy a destacar dos. Por un lado tienen una secuencia repetitiva que es la misma para todos los seres de la misma especie. Por otro lado, la longitud que tiene el telómero va variando, es un proceso dinámico. Cada vez que se divide una célula, el telómero se acorta. Si se acorta demasiado, la célula muere. Diciéndolo así parece que una célula ya tiene programada las veces que se puede reproducir. De alguna manera es así pero se ha visto que los telómeros tienen mecanismos para crecer.
En el ser humano se han descubierto muchos factores que influyen en el mantenimiento y la longitud de los telómeros. Hay factores genéticos pero también hay factores que no son genéticos y están en nuestros hábitos de vida. Se ha podido demostrar cómo el estrés, nuestro comportamiento y la nutrición son factores que pueden modificar los telómeros.
Lo más asombroso es ver lo dinámicos que son los genes y cómo lo que hacemos en nuestro día a día puede modificarlos. La vida que llevamos puede condicionar nuestros genes. El estado de nuestros telómeros refleja de alguna manera nuestra edad biológica. El estrés crónico y la depresión, por ejemplo, nos llevarán a una muerte prematura, entre otras cosas, modificando nuestros genes acortando los telómeros. La buena noticia es que si nos cuidamos se puede producir el proceso inverso.
En resumen, está a nuestro alcance cambiar nuestra vida para mejor. Un simple cambio de actitud viendo la vida con optimismo e ilusión puede mejorar nuestros genes y prolongar nuestra vida. Como nota final, ya existen empresas como Life Length que a través de un análisis de sangre te miden la longitud de los telómeros y te hacen un informe de salud.