
Todos sufrimos pequeños incidentes a lo largo de la vida como golpes y caídas que nos provocan dolor. Generalmente estamos acostumbrados a que el dolor nos dure unos días. Y esto es así porque son lesiones leves y porque la mayoría de los traumatismos los tenemos cuando somos jóvenes. Una caída jugando al fútbol con 15 años puede doler mucho pero se quedará en unas contusiones pasajeras. Si la caída ocurre con 35 años la cosa comienza a cambiar.
La preocupación llega la primera vez que uno de esos dolores dura más de lo que estamos acostumbrados. Es muy dificil la aceptación del envejecimiento y no me refiero a ser un anciano. Cuando cumplimos 40 años, por ejemplo, miramos atrás y no queda muy lejos cuando tomábamos apuntes en la facultad o cuando comenzábamos nuestro primer trabajo. Nuestro cuerpo sin embargo no va a la par, perdemos facultades físicas pero seguimos sintiendo que podemos rendir lo mismo que antes. Y es en esta época que nos toca lidiar psicológicamente con nuevos dolores que no habíamos sentido y que duran más de lo que estábamos acostumbrados. Por poner una fecha genérica, esto ocurre a partir de los 35 años.
También hay que resaltar que el umbral del dolor y la vivencia que cada persona tiene del dolor es un mundo. Hay grandes diferencias de unas personas a otras, incluso en nuestra percepción de cómo vivimos el dolor. En cuanto al dolor de espalda, cuando llevamos más de 10 días – 2 semanas comienzan las dudas. ¿Tendré algo grave? Cuando llega la preocupación llega nuestra primera visita al médico. Si se trata de un dolor de espalda sin complicaciones, nuestro médico nos recetará algunos medicamentos para aliviar el dolor y nos volveremos a casa tranquilos generalmente.
La mayoría de las lumbalgias van a durar menos de tres semanas por lo que muchos se quedan aquí. Pero si pasan otros diez días y seguimos con un dolor similar, vuelven las dudas. ¿No se habrá equivocado el médico? Siempre nos reforzará algún conocido con alguna historia trágica de alguien que comenzó así, no se lo detectaron y finalmente tuvo que operarse o algo peor. En este momento solemos volver al médico y con cierta frecuencia nos hacen pruebas como la resonancia magnética (RMN). Lógicamente, acudir al médico es lo correcto y para eso están. Pero en la mayoría de los casos habrá lesiones moderadas sin complicaciones y volvemos a casa con las mismas indicaciones con la sensación de que esto no se acaba nunca y nadie nos da una solución.
¿Se me quitará el dolor? La respuesta es que sí en la gran mayoría de los casos. Para ello tenemos que madurar y evaluarnos en ciertos aspectos. Por un lado hay que asimilar una nueva manera de sufrir el dolor en nuestra vida y es que un dolor puede durar muchos meses sin por ello significar nada malo. Hay que acudir al médico para que descarte las complicaciones que puedan ocurrir y nos oriente. Lo demás queda a nuestro cargo. Primero hay que analizar las causas y después poner los remedios. Para eso comencé con este proyecto. Teniendo la información necesaria, haciendo lo correcto para no dañarnos más, ejercitando la espalda de forma adecuada y con una dosis moderada de paciencia, el dolor se quitará.