
La toxina botulínica es conocida por la marca Botox que se inyectan los famosos para estar más guapos pero tiene más utilidades. En este post vamos a contar qué es la toxina botulínica y qué utilidades terapéuticas tiene.
¿Que es la toxina botulínica?
La toxina botulínica es una sustancia que conocemos debido a una enfermedad llamada botulismo. Esta enfermedad se produce por tomar conservas en mal estado infectadas por una bacteria llamada Clostridium botulinum. Esta bacteria produce la toxina botulínica que provoca una parálisis a la persona intoxicada hasta el punto de poder provocar la muerte.
Hoy día utilizamos esta toxina con fines terapéuticos como ahora veremos. Hay varios tipos diferentes de esta toxina estando sólo el tipo A y tipo B aprobados para su uso en humanos. Botox es la marca comercial conocida de este producto aunque hay otras como puede ser Xeomin o Dysport.
¿Cómo actúa la toxina botulínica?
La toxina actúa a dos niveles. Lo más conocido hasta ahora era su capacidad para paralizar los músculos, lo que ocurre en el botulismo. Esto lo hace porque inhibe la liberación de acetilcolina en la unión neuromuscular. Y, ¿esto qué es? Los músculos se mueven cuando les llega la señal del nervio que les hace contraerse. Esta señal viaja por el nervio y, cuando llega al músculo, se libera un neurotransmisor llamado acetilcolina que es el que finalmente le da la señal al músculo para que se contraiga. La toxina botulínica impide que se libere la acetilcolina y por lo tanto provoca una relajación y pérdida de activación del músculo.
Hoy día sabemos que la toxina también actúa sobre neuromoduladores de las vías nerviosas que llevan el dolor. Esto hace que tenga un efecto analgésico, es decir, que quita el dolor.
¿Para qué se utiliza la toxina botulínica?
Los usos de la toxina botulínica son muchos en la actualidad. En la medicina estética se utiliza porque, al paralizar pequeños músculos de la cara, se quitan las arrugas de forma indirecta. Este efecto sobre el músculo lo hace útil también en el estrabismo por ejemplo. Las personas afectas de lesiones del sistema nervioso central sufren en ocasiones espasticidad. La toxina es muy útil para solucionar algunos problemas derivados de esto.
Algunas personas sufren un problema de exceso de sudoración, lo que llamamos hiperhidrosis. Lo habitual es que se produzca en las manos o en las axilas. En estos casos se infiltra la toxina botulínica en el tejido subcutáneo, justo por debajo de la piel. Esto consigue paralizar la producción de sudor y solucionar el problema social que supone la hiperhidrosis para el que la sufre.
Antes hemos comentado su efecto analgésico. Aprovechando este efecto se ha utilizado en lesiones tendinosas y articulares. Esto todavía está en estudio y no se usa para esto de forma rutinaria pero parece tener ciertos efectos beneficiosos. Y ¿qué ocurre con la espalda y el cuello?, ¿sirve para algo?
La toxina botulínica en el cuello y la espalda
La toxina se ha utilizado en la espalda y el cuello para el tratamiento del llamado dolor miofascial y de los puntos gatillo, así como en retracciones musculares. Algunos ejemplos son los dolores focales en zonas puntuales de los trapecios en el cuello donde se ha utilizado la toxina botulínica consiguiendo alivio. En los dolores lumbares se utiliza en ocasiones en retracciones del psoas por ejemplo, cuando se interpreta que está provocando dolor. La realidad es que hay muy pocos estudios que respalden la eficacia de esta toxina para el tratamiento de este tipo de dolores. Hoy por hoy no hay motivos claros para recomendarlo aunque se utiliza en ocasiones en el intento de mejorar el dolor del paciente.
De forma general yo no soy partidario del uso de la toxina en los dolores cervicales y lumbares salvo casos muy concretos y seleccionados. En la mayoría de las ocasiones el dolor se origina en una falta de fuerza y resistencia muscular que lleva a inestabilidad articular y a sobrecargas. Si infiltramos toxina en estos músculos podemos provocar más debilidad y empeorar la situación global aunque mejoremos el dolor local en la zona infiltrada. La única excepción sería un punto gatillo muy puntual y que fuera claramente el causante del cuadro doloroso o una retracción muscular severa que no responda al tratamiento de fisioterapia.