
La medicina moderna todavía tiene mucho de intentar curar y poco de prevenir. Yo, como médico rehabilitador, veo a diario personas que acaban en una cirugía y nadie les ha explicado cómo han llegado a esa situación. Muchas veces las lesiones vienen por hechos puntuales como un accidente o una caída, pero no siempre es así. Las lesiones, en ocasiones, son la consecuencia de sobreesfuerzos continuados o una mala postura mantenida mucho tiempo. Lo que quiero contar hoy es cómo gestos cotidianos pueden provocarnos lesiones crónicas.
Voy a poner un ejemplo para hablar en concreto de lo que he comentado. Imaginemos una secretaria que está todo el día sentada al ordenador y recibiendo llamadas. No tiene auriculares por lo que sujeta el teléfono con el hombro cuando a la vez tiene que usar las manos para teclear en el ordenador. Tras tres meses trabajando acude al médico por dolor cervical. Le explican que es una contractura y se va a casa con una prescripción de antiinflamatorios y relajante muscular. Se recupera de este episodio y sigue con su trabajo como hasta ahora. Unos meses más adelante hace su maleta para un viaje que tiene programado. Al subir la maleta al coche nota un pinchazo en el cuello. El dolor empieza a ir a más y nota debilidad en el brazo. Acude al médico que tras ver que está perdiendo fuerza en la mano le pide una RMN y le remite al cirujano. Se confirma que tiene una hernia que le está dañando el nervio y se decide operar el cuello. Afortunadamente todo sale bien y tres meses más tarde, recuperada ya del susto, vuelve a su trabajo.
Puede parecer que tengo mucha imaginación pero es muy cercano a una historia real. En muchos puestos de trabajo sigue sin haber auriculares y se ve a profesionales sujetando el teléfono con el cuello. Pero no acaba aquí. A esta persona se le tratan sus dolencias pero nadie pone remedio al motivo que ha causado todo. Si sujetamos el teléfono entre el hombro y la cabeza en un momento determinado, no pasa nada. Si lo hacemos repetidamente todos los días, el cuello sufrirá. En ocasiones el daño más grave nos lo hacemos en otro gesto como he comentado al levantar la maleta. Sin embargo, el deterioro que ha llevado al cuello a ser más frágil y que esto ocurra ha sido el uso inadecuado del teléfono.
Esto es tan sólo un ejemplo. Hay una cantidad enorme de cosas que podemos hacer mal y no darnos cuenta por ser hábitos en los que ya no nos fijamos. Tanto en casa como en el trabajo ocurre esto. Muchas veces somos conscientes del gesto que no nos sienta bien y como no nos invalida, ¡lo seguimos haciendo a diario! Ejemplos hay muchos como puede ser estar con el ordenador en el sofá de casa o tener el ordenador mal colocado en la oficina porque no llega bien el cable. Es habitual tener un espejo que está detrás del lavabo y que utilizamos diariamente para maquillarnos (como cuento en el post del enlace).
En resumen, hay muchos gestos de los que no somos conscientes de que nos hacen daño y otros que sí sabemos que no nos sientan bien pero a los que quitamos importancia. Estos gestos pueden empezar en dolores puntuales y acabar en dolores crónicos e incluso lesiones graves. La solución está en dos detalles. Por un lado, tenemos que aprender qué gestos son inadecuados y pueden provocarnos lesiones y con esta web quiero contribuir a ello. Por otro lado, tenemos que cambiar esos hábitos que nos sientan mal. Lo segundo es mucho más difícil sin duda. Lo que más le cuesta a un ser humano es cambiar un hábito.