
En la historia de los tratamientos de espalda, uno muy utilizado ha sido el reposo en cama. Los estudios en dolor lumbar han demostrado que las personas que son tratadas con reposo en cama tienen más dolor y una recuperación más lenta que los que se mantienen activos. Vamos a analizar por qué esto es así y en qué momentos el reposo es aconsejable y cómo se debe realizar.
El reposo en cama y la interrupción de nuestras actividades diarias tiene dos efectos:
– Desacondicionamiento físico. Hace muchos años se consideraba el reposo absoluto en cama como método para descargar a los discos y articulaciones de la columna lumbar con la intención de permitir al cuerpo recuperarse de la lesión lumbar. Como idea tenía su fundamento pero el tiempo nos ha demostrado que no es lo adecuado. Las lesiones lumbares provocan por si mismas una pérdida de las facultades de la musculatura extensora lumbar. Estos músculos son los encargados de estabilizar la columna y permitir una movilidad armónica entre los diferentes segmentos vertebrales. Si además del efecto deletéreo de la propia lesión sobre estos músculos añadimos el reposo absoluto, la musculatura queda en una situación muy precaria. Para poder funcionar sin dolor necesitamos de esta musculatura extensora, con el músculo multífidus a la cabeza. Cuanto más fuerte están estos músculos, más tiempo aguantamos activos sin dolor. Las personas que realizan mucho reposo en cama notan que cada vez aguantan menos tiempo de pie o caminando sin que comience el dolor invalidante. La situación será de menos dolor con el reposo pero cada vez nos notaremos con menor capacidad para estar activos. Además, cuanto más musculatura perdemos, mayor será el tiempo de recuperación y el riesgo de cronificarse los dolores.
– Pérdida de elasticidad. Además del perjuicio para los músculos, los tejidos pierden elasticidad. Los ligamentos y músculos se adaptan rápidamente en longitud al recorrido en el que los utilizamos. Si mantenemos una misma postura mucho tiempo estos tejidos se acortan y se adaptan a este grado de movilidad. Cuando después queremos estar más activos, nos encontramos con limitaciones de movilidad y falta de elasticidad.
– Efectos psicológicos. Uno de los riesgos importantes de acabar con problemas crónicos de espalda tienen que ver con nuestras percepciones y actitudes ante el dolor y la lesión. Promover el reposo en cama puede tener efectos negativos en este sentido promoviendo una mayor aprensión al dolor y sensación de enfermedad. Tan malo es ponernos a levantar pesos excesivos con una lesión de espalda sin recuperar como no realizar ningún tipo de esfuerzo físico y alimentar a nuestro cerebro con la idea de que no somos capaces y de que nuestra lesión es peor de lo que es. Es un tema complejo pero es bien conocido el componente que nuestra psicología tiene en las enfermedades y concretamente en las lesiones de espalda.
Dicho todo esto, ¿cómo hacemos el reposo? y ¿cuánto reposo es razonable?
La postura que más disminuye la presión intradiscal es la que describimos en el post titulado “la mejor postura para la espalda”. La demostración de este hecho contribuyó a las prescripciones de reposo absoluto que se hacían en el pasado. Si necesitamos reposar en cama porque la intensidad de los dolores lo aconseje, lo intentaremos hacer en esta postura. Otra opción también válida es tumbarnos de lado con las caderas y rodillas a 90º como en posición fetal. En los momentos que nos levantamos de la cama es importante hacerlo de forma correcta. En el post acerca de cómo levantarse de la cama podéis encontrar un vídeo que lo aclara de forma sencilla.
El reposo absoluto no debe durar más de dos días seguidos. La excepción podría ser un dolor ciático intenso por afectación de las raíces nerviosas. En este caso se podría prolongar más días pero más de 10-14 días acabará dando problemas mayores que los beneficios que pueda aportar. En cualquier caso el reposo absoluto no es aconsejable y hay que mantener una cierta actividad con la ayuda de la medicación adecuada prescrita por nuestro médico.